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Mostrando entradas de 2013

Lejos

Estaba en la oscuridad hablándole de los abrazos en los que soñaba poder sumergirse, enterrarse, de los besos en los que quería ahogarse, de las ganas de él que  surgía a través de todos y cada uno de sus poros. Daba vueltas, iba y venía, cada uno estaba tan en la suya y tan en el otro. La luz de la pantalla y los píxeles latiendo ante sus ojos eran toda la cercanía que conseguían a través del río que les corría por en medio. -Aquí estoy -le dijo, despertando de algun pequeño insomnio, temblando de ansias. -Y yo aquí, tan estúpidamente lejos. -Y se le encogió el corazón, le tintineó el alma, perdió su carita entre sus manos heladas.

El cadáver exquisito

La sonrisa se le deformó, no escuchaba sus ruegos mudos, no la veía descostillarse, y yo me reí, me reí tanto. Hoy soy mártir de mi desoída intuición mientras vago y lloro, perdido entre las calles que, tiempo atrás, besé como mías. De tus labios quebrados pidiendo un segundo beso. Y escucharte es el orgasmo de mil sirenas, el placer de una flota entera. Y sus manos resecas, el desierto al que van a morir los sedientos. Sobre mi cadáver, que de exquisito se derrite entre tus dedos. Sobre la tierra seca se estrelló el silencio que le regaló al universo el sonido de sus manos acariciando su piel. Y saborearla a besos es poco decir, poco querer. La lumbre de su piel se paseaba en la oscuridad cuando la atacaba el insomnio. Los pies descalzos, el cabello más largo, la mirada un poquito más triste, las lágrimas a flor de piel. Lo besó como nunca; la pared a su espalda también lo besó, la valija le quemó y la soltó, y su boca ardió en un gemido. El afuera era terror, r

Loquita

Los segundos, los minutos, las horas enteras eran bucles que daban saltos y se detenían de a ratos. El afuera corría a la velocidad de la luz que tenían apagada de este lado de la ventana y las cortinas apenas se atrevían a susurrar cuando la veían cerrar los ojos. A veces parecían dormir cada uno detrás de sus párpados, otras, se dormían en los ojos ajenos. Todo el resto eran enriedos. Dedos ya incontables, sábanas en caída libre, pies helados e hirvientes, cabello en el que sumergirse, al que aferrarse, en el que ahogarse, en el que perder las manos. Y en la oscuridad, una sonrisa soñolienta que se esconde tras las puertas cerradas, bajo las sábanas, entre los dientes. La vuelta era la parte más difícil. Cada vez más tarde, pero eso no importaba. Cada vez más frío, y eso tampoco importaba en absoluto. Cualquier cosa pasaba volando por sobre su cabecita mágicamente peinada si tenía la nariz apretada a presión a la mitad de ese pecho como una muralla de la que podía colgarse si es

Capítulo 3

Me tiemblan las manos y no puedo escribir, no puedo. Los números al revés en el polvo pegado al suelo helado, los susurros cegando mis oídos sangrantes. Noches eternas sin poder pestañear, sin poder pegar los párpados ya sin pestañas, ¡me las arranqué todas! Sus voces, esas voces como lenguas embebidas que se arrastran bajo mis harapos, sobre la mugre de mi piel, violentando mis recovecos y sacudiendo mis entrañas. Voces putrefactas que guían mis pasos en las tinieblas, sobre el entablonado rechinante, entre las sombras que se arrastran y se enredan en los callos de estos pies sin dedos, ¡me los arranqué todos, ajajajajajajaja! Y de repente ella me dice "ahora quiero tus dientes... uno... uno por uno", y mi corazón errante castañea, me tiemblan las rodillas, mi cabeza le da un beso a los garabatos arañados en el piso y quiero aire, necesito aire, se me quiebran y me sangran los labios. Su figurita sensual merodea a mis alrededores y mete sus deditos sucios en mi boc

Dragones gigantes

Toda su vida la cama le quedó grande, enorme, le sobraba colchón más allá de los pies, podía hacer carpas de circo con las sábanas y montar espectáculos con la cantidad de osos que necesitaba para rellenar los huecos por los que se colaban el frío y las ganas. Hecha un ovillo, con el cabello revuelto tapándole los oídos y las mejillas coloradas, dejaba al acolchado taparle la cabeza y aferrarse a su coronilla todas y cada una de las noches cuando se acostaba luego de apagar la luz. Se escondía del afuera oscuro y vacío, del nadie a su lado, de las siluetas imaginarias que bailaban en la penumbra nublada de sus ojos confundidos, de sus manos heladas, de su pequeña alma temblorosa. Escondía la carita apenas sonrosada en la almohada y se dormía enseguida, con la ilusión vacía y las pestañas húmedas. Mas una noche se despertó de repente. Tardó una eternidad en acomodarse el camisón que le quedaba corto y se le enrollaba en la cintura, en rascarse los ojos hasta arrancarse una pest

Pepiniere I

PEPINIERE I EL BAÚL ROJO Victoria apagó las luces y pasó el candado. Cerrado por hoy. Sin embargo, adentro todavía brillaba un par de ojos. Estando en el baño el mundo se le oscureció y las puertas hicieron click en el silencio. El vacío que se apoderaba de todo y le tapaba los oídos era cada vez más grande y el vivero entero temblaba de frío con ella. Tragó en seco un par de veces antes de aventurarse al afuera detrás de la puerta a medio lijar; no se lavó las manos, se olvidó de qué lado dejó colgando el borde del papel higiénico, no podía verlo. Por las rendijas de la banderola torcida se colaba un silbido del viento que le contaba que estaba sola ahí. Atravesó la cocinita con las tacitas todas alineadas y pegadas contra la pared y unas contra otras, como con miedo. El grifo de la bacha brillaba apenas con la luz que entraba por la ventana y le daba una idea de dónde ponía los pies. Cuando llegó a la sala de la mueblería suspiró con alivio, todo era un poco más claro.

Not what you were

Obligatorio leer escuchando Passionflower Era todo oscuridad, ceguera y frío en esa esquina. Las piernas entrelazadas en ella misma, el vestido añejo desgarrándose de a poquito como tela de araña, las mejillas grises y las manos que no podía llegar a verse. El silencio aturdía sus oídos y el mundo temblaba con ella. De sed tenía seca la boca y la lengua muy guardada en el fondo del alma. Sus pestañas juntaban polvo que, cuando suspiraba, salía volando como dientes de león despedazados. Las perlas que guardaba en la boca le rechinaban como el techo que se encogía y se sacudía bajo las caricias violentas del viento y la respiración se le agitaba cada vez que la puerta amenazaba con abrirse. Moría, desfallecía en su rincón, en su oscuridad de espalda rota y ojos cerrados, mas no se creía capaz de arrastrarse hacia la luz, hacia el aire limpio, los espacios abiertos y la brisa frenética corriendo entre la ropa sucia y la piel ardiente. Con las rodillas arañadas, daba vueltas

Manzanas

Había caminos en su piel y con un dedito tembloroso e hirviente ella los recorría ida y vuelta. Suspiraba en silencio y de vez en cuando frenaba de a poquito y esperaba sentir latir la tierra bajo sus pies. Respiraba penas y no se daba cuenta, y le ardía la cara. Todos los caminos se bifurcaban y se perdían en algún punto, pero ella volvía a empezar, nada tenía para perder. El sol plateado brillaba del otro lado y a la mitad de cada recorrido se le entibiaban más los pies. De vez en cuando, el aire vibraba y le hablaba en susurros, en el idioma de los árboles, y la hacía temblar, y otras veces a ella le daba por acariciar su alma de artista y le pintaba lunares por doquier. Caminaba a ciegas, aturdida en el calor que su piel embelesada generaba y que le embotaba los sentidos. Más de una vez se tentó a caer de rodillas, a aferrarse con uñas y dientes a la tierra sobre la que caminaba perdida, sin rumbo, pero disfrutando de cada paso, ardiendo en el proceso, queriendo enterra

a Papá~

A veces me pregunto, hasta me duermo en la cuestión de qué dirías si me vieras ahora, así de grande como estoy. Qué tan orgulloso estarías de mí, de tu nena más grande, que es feliz entre mucha gente, que va a la universidad, que maduró muchísimo pero todavía guarda a flor de piel su niña interna. A veces quisiera tener la oportunidad de verte mirándome, de escucharte más allá de las grabaciones viejas y en cinta magnética que me dejan la piel de gallina, de sentirte tan calentito como en esos quintos sueños de los que una despierta con ganas de llorar. La imaginación no siempre alcanza, pensar que estás cerca nunca termina de llenar, pero, por lo demás, sé que estás ahí cada vez que llego sana y salva a casa, en todas las veces que agarro justito el colectivo, en todos los exámenes aprobados, y eso va más allá de las fotos que tapizan una puerta y de las veces que me duermo pensando en que yo tengo un ángel aparte. Lo pienso y lo ruego y lo voy a repetir siempre. Ha

Viajero

En el cielo se arremolinaban nubes así como sobre el agua se arremolinaban las olas. El viajero que había ganado lunas enteras de verse solo con sus pensamientos, caía en la cuenta de cuán perdido se encontraba ahora, que pisaba el muelle húmedo, que sentía en la brisa el olor a lluvia de ciudad, que temblaba de miedo. Había visto montañas, peces y nubes de colores, se encontró nadando con toda su ropa a cuestas, un par de veces levantó la mano y saludó a otros viajeros, a esos que a veces se le cruzaban en el camino; saboreó manjares extranjeros y se tragó de improviso un par de bichos, por dejar la boca abierta. No se llevó nada que le recordara a su casa, al suelo que lo vio nacer, ni una foto, ni una página perfumada, y se sentía valiente al creer que por eso extrañaría menos. Y así fue, extrañó menos, amó cada uno de los pasos que dio en tierra para él virgen, y solo y lejos de casa se sintió más en casa que nunca. Anduvo solo, luchó contra adversidades irre

Crayones

La nena todavía no sabía dibujar, en su vida había visto un trazo de color atravesar esos cielos blancos tan brillantes que le lastimaban los ojos bajo los fluorescentes del comedor. Una mano más grande que ya sabía escribir, leer, contar números y contar cuentos rayaba garabatos circulares que rozaban las esquinas y se acercaban peligrosamente a los bordes del paraíso blanco de ese papel. "Intentá vos" le decía, pero ella agitaba la cabeza apenas regada de algunos ricitos; prefería callar y observar. Por la lámina se extendían arabescos de colores mientras allá afuera se iba oscureciendo el resto del mundo. Y sin embargo, el papelito bajo sus manos brillaba cada vez más. Seguía sin aferrarse a los garabatos, todavía no se animaba a estirar la mano, pero era tan tentador cómo iban dejando estelas de color como aviones a chorro indeleble a través de un firmamento tan volátil. Acercó la carita a la mesa, los ojitos al borde del papel, a la intimidad entre la puntita d

Cuando el hogar ya no es hogar

Esa mirada melancólica al pasado que fue mejor le daba vueltas a la cabeza mientras la música que solía escuchar hace unos años la distraía frente a los vidrios empañados del colectivo abarrotado que iba lento por rutas desiertas de gente. Las cosas estaban cambiando, las cosas estaban siendo distintas.