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Mostrando entradas de 2010

a Papá

A veces me pregunto, hasta me duermo en la cuestión de qué dirías si me vieras ahora, así de grande como estoy. Qué tan orgulloso estarías de mí, de tu nena más grande, que ya terminó el colegio y empieza la universidad y anda de novia. A veces quisiera tener la oportunidad de verte mirándome, de escucharte más allá de las grabaciones viejas y en cinta magnética que me dejan la piel de gallina, de sentirte tan calentito como en esos quintos sueños de los que una despierta con ganas de llorar. La imaginación no siempre alcanza, pensar que estás cerca nunca termina de llenar, pero, por lo demás, sé que estás ahí cada vez que llego sana y salva a casa, en todas las veces que agarro justito el colectivo, en todos los exámenes aprobados, y eso va más allá de las fotos que tapizan una puerta y de las veces que me duermo pensando en que yo tengo un ángel aparte. Lo escribí y salió en el diario, y no me canso de pensarlo, de rogártelo. Desde hace ocho años nos llevás a todas de la mano. No nos

Escuchaba llover

Escuchaba llover. ¡Ay, si!, escuchaba llover. ¡Y cómo llovía! Pero cada vez que sus pasos levantaban polvo y ecos de la alfombra, y las lagrañas de sus ojos de maquillaje derretido se asomaban al afuera tras los vidrios, veían radiar el sol más allá de nubarrones azulados que amenazaban con derramarse sobre los adoquines amohosados de la calle y los rosales podridos del patio trasero, pero nada sucedía. Estaba sentada en el cuarto piso de esa casona de seis para ella, que era una sola, bajo el techo de pizarra que repiqueteaba, con la araña de bronce ahogada en telarañas de seda pendulando sobre la mugre de sus cabellos de avellana. Tenía la mirada clavada en los gimoteos de la alfombra enredada bajo sus piecitos blancos, y el fantasma del placard daba tumbos contra las cerraduras ciegas. Cantaba las notas que las gotas de lluvia le arrancaban a sus oídos inocentes, y en la oscuridad de ese día sus dedos acariciaban y escarbaban en las grietas de las paredes, en el empapelado despegad

El llanto es un violín inmenso

Apología al peor de mis deseos, al más bondadoso de mis miedos. El título, de una de las Casidas de García Lorca~ Y aunque no lo viera pasar y estuviera clavada en medio de la nada, pensaba en él. Y desfiguraba a su alrededor la realidad buscándole la vuelta a las sonrisas que acompañaban sus hola cuando la encontraba postrada en un escalón como el mejor trono que su reinado puediera encontrar. le gustaba acostarse pensando en que esa vez que se detuvo a esperar que ella le dijera que no iba a despedirse, de verdad esperaba un beso, una mano en el hombro como un mero reflejo, un nos vemos, porque otra cosa no respondía, y al no haber, ella se decía que lo dejaba deseando y se regocijaba en ello. O se le dibujaba una sonrisa de pensar en esa tarde de tiempo libre, payada y miradas fijas mientras ella intentaba perderse en el amarillo de las agrietadas hojas de un libro viejo, así como las manos de la abuela; él, sentado allá, la miraba estando acá, se fijaba en ella, al menos y, ¡ay!,

Fantasía brillante sobre una noche en el teatro

Todo un trimestre (mucho, demasiado D: ) leyendo y analizando «Felicitas guerrero, la mujer más hermosa de la República» de Ana María Cabrera, y el último punto del trabajo consistía en una representación gráfica del pedacito de la novela que más nos haya gustado. Las manos para la gráfica no me dan, pero las palabras fluyeron solas (: Fantasía brillante sobre una noche en el teatro «Señorita Guerrero, tengo el honor de invitar a usted al Teatro Colón con motivo del estreno de mi obra ‘La América Libre’» resonaba en su cabecita de bucles castaños desde la velada de la buena nueva que no la dejaba dormir, y la tarjeta de invitación descansaba secretamente custodiada entre las páginas blancas de su diario íntimo con el aroma del papel recién impreso. A sabiendas de que esa noche el teatro la esperaba con las puertas abiertas y con la noche cerniéndose sobre la blancura de su piel perfumada, la niña Felicitas acariciaba cada uno de sus rizos y pestañeaba lentamente

Shakin' in waitin'

Me tiemblan las manos y no es el frío, sé que no es el frío. Se sacuden esas puntitas de hielo, allá, adentro mío, y me acuerdo del calor de tu carita pálida, de tus labios quebrados pidiendo un segundo beso, de tus ojos profundos como un cielo sin luna, perdidos como un viajero sin estrellas, solitarios como un juego de cartas para uno. Camino en la oscuridad de las teclas blancas que suenan en la negrura de mis pensamientos, me sacudo en la idea de tocarte con los callos de mis dedos hartos de grietas, y lloro en la lluvia que quisiera mojara los zapatos que no llevo. La soledad de las alfombras persas me persigue, el dolor de las cortinas me roza con la sutileza que yo no tengo, la esclavitud de mil abuelas me grita desde una cama apolillada en la que mi cabeza ya no descansa, y el piano sabe algo que yo no sé. Pero qué puedo hacer, si cuando te veo amagar con una palabra colgando de tu boquita ausente se me sacuden las rodillas. Desde antes de saber que te voy a ver, no puedo dej

Running from lions

«Call me foolish, i feel hopeless. Running from lions never felt like such a mistake.Don't forget we've got unfinished bussiness, stories yet to unfold, tales that must be retold. And i regret not knowing where to put an end to all this madness.» Es como para gritarla, llorarla. En el reproductor podían llenarse de polvo las demás, que ahora lo que sacudía su alma solitaria era el abrazo de una sinfonía que le gritaba sobre cuentos viejos, páginas amarillas, besos sucios y palabras pendientes. Temblando de pánico, mordisqueando su inquietud, gritándole a sus adentros, cantando con lo que de alma sana le quedaba, buscando el calor de los brazos que en sueños lo consolaban, la música le golpeaba la cabeza y el silencio corría cuesta abajo por su columna encorvada sobre sus penas y locuras. Sí, quiere y acepta las culpas de las que es libre, se queda queriendo más, deja ir sus esperanzas, se lanza a los leones sólo para saber que quiere escapar de ellos. Cuando la canción termina

Nena indiferente, nena no tan nena

Una madrugada, abrumada y aburrida, decidí volcar mis porque sí al gótico de palabras que mi inconsciente me va dictando~ Caminando por un sendero destruido, sintiendo el mundo derrumbarse a sus pies, dejando que murieran bajo la sordera de sus oídos los murmullos que pedían auxilio, su cabellera se entregaba al enriedo y el alboroto del viento desesperado que se colaba entre sus piernas, que hacía bailar su vestido. Sus zapatitos negros brillaban bajo la mugre, y su rizada cabellera de un rojo fantasía era una llamarada que se evaporaba en el vacío de aquella ciudad pelada. La nena de los bucles de fuego, del vestidito sucio, de los zapatitos sucios que le quedaban chicos, la nena que ya no era tan nena, lleva a todos lados su nariz de caramelo, sus mejillas coloradas, sus manitos desnudas y sus piernas largas. Temblando de frío, dejaba que el terciopelo renegrido de su piel pálida, antes rozagante como primavera en flor, se sacudiera con los sismos del mundo de los vivos. Dej

Intuición

Paz; nunca tuvimos paz, pero esa pseudo- tranquilidad que nos daban las calles silenciosas, las películas de comedia y los mediodías en familia se vio rota desde aquel desembarco desinteresado que pedía asilo y un pedazo de pan. Nadie quiso pensar que quizá nunca debimos haberlos dejado entrar, y mucho menos se animaron a echarlos; dejaron pasar el tiempo bajo un «ya vamos a ver qué pasa», y se tiraron a dormir la siesta. Yo sí pensé e intenté hacer a los demás pensar y rebelarse ante los extranjeros antes de que ocurriera lo que yo veía venir, pero me mandaron a callar. Siempre fui una persona intuitiva, reaccionaba antes de tiempo a cosas que todavía no sucedían, y aquella no fue la excepción. Una mañana muy temprano, cuando la noche se tornaba apenas celeste, cuando todavía siquiera era mañana, al puerto desvencijado y aburrido llegó una embarcación pequeña, pero tecnológicamente avanzada, toda una innovación. Los tripulantes se ganaron un descanso gratis en la posada del centro,