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Mostrando entradas de 2008

Volar

"Yo puedo volar", se dijo una mañana mientras regaba las plantas del jardín del frente de su casona. Una casona vieja, que se venía abajo. Renegrida, de varios pisos, con vitrales y muebles cubiertos de polvo. La mujer que vivía ahí, empequeñecida por una joroba, disminuida por tener una pierna más corta, caminaba por su casa con tres patas y un bolso colgando del hombro derecho. "¿Estaré algo loca?" se preguntó una noche mientras se acostaba saludando a su marido acostado a su lado en la cama. (Cuando su marido hacía veinte años había fallecido de fiebre amarilla.) Un día abrió la puerta de las escaleras de la terraza y sin darse cuenta ya estaba trepada en la baranda, como si en ello se le fuera la vida. El viento le golpeó el rostro, le sacudió los pocos blancos cabellos y se le metió entre las arrugas del cuello. ¡Eso era libertad! Pero la libertad le estaba costando horrores, le hacía doler los brazos y no podía seguir aferrándose a ella, por lo que se bajó de

Writin' Tragedies, Not Sins

Me miraba fijo. Agrandaba los ojos, parecía que iban a salirse de sus respectivas cuencas, y los relajaba. Jugaba con los músculos de su cara como si fueran los elásticos de su ropa interior: abría y cerraba la boca como un pez fuera del agua , apretaba la mandíbula y hacía saltar las venas azules en ese mar amarillento que era su cuello. Creo que hasta pudo levantar una ceja y mover la oreja izquierda. Estaba sentada, enconrvada, con la cabeza ladeada hacia la derecha y ataviada en una túnica que no era ya blanca sino del mismo color huesudo que sus ojos secos. Tenía las piernas cruzadas como indio bajo una sábana celeste arrugada, olorosa, manchada de la comida insípida que se negaba a ingerir. Tenía los brazos flácidos a ambos lados de su flacucho cuerpo, enseñando esa piel de papel: amarillenta, arrugada. Tenía las muñecas, el dorso de las manos y la cara posterior de los codos llenos de pinchazos, pero ya no había agujas allí. Las paredes eran color verde enfermera, la cama de ba