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Mostrando entradas de febrero, 2011

Mi espalda desnuda

Sobre mi cadáver, que de exquisito se derrite entre tus dedos. Corriendo río abajo por lo pedregoso de un camino calficicado y puntiagudo. Rizos de sol naciente dejan que su manto blanco caiga y se derrame sobre las sábanas; un par de médanos tersos, tiernos, esponjosos le dan su debido fin. Detrás del par de montes que como un espejo reflejan una simetría perfecta se esconden el sol y la luna, que brillan con el mismo fulgor de la arena de la playa. Una rampa por la que caen en un desliz tibio, inconscientes, las motitas de lluvia, las gotitas de chocolate, los besos incansables e irrepetibles, los escalofríos que generan las manos ajenas. Y suben, y bajan, y escarban. Y ante las palmas hirvientes se moldea en frío una figura que tienta a abrazar, mientras entre los huesos que se doblan y desdoblan suena una melodía que huele al tintineo de las llaves de casa. Es una imagen muda, que vale más de mil palabras que nunca se dicen, porque con los ojos se queman, porque los ojos queman, a