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Azahares








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Entradas populares de este blog

a Papá~

A veces me pregunto, hasta me duermo en la cuestión de qué dirías si me vieras ahora, así de grande como estoy. Qué tan orgulloso estarías de mí, de tu nena más grande, que es feliz entre mucha gente, que va a la universidad, que maduró muchísimo pero todavía guarda a flor de piel su niña interna. A veces quisiera tener la oportunidad de verte mirándome, de escucharte más allá de las grabaciones viejas y en cinta magnética que me dejan la piel de gallina, de sentirte tan calentito como en esos quintos sueños de los que una despierta con ganas de llorar. La imaginación no siempre alcanza, pensar que estás cerca nunca termina de llenar, pero, por lo demás, sé que estás ahí cada vez que llego sana y salva a casa, en todas las veces que agarro justito el colectivo, en todos los exámenes aprobados, y eso va más allá de las fotos que tapizan una puerta y de las veces que me duermo pensando en que yo tengo un ángel aparte. Lo pienso y lo ruego y lo voy a repetir siempre. Ha

Chit-chat

Se te cruzó, pasó justo por adelante tuyo. Bueno, "adelante" porque siempre tenemos la pantalla del teléfono frente a la cara. Habías estado hablando con un puñado de personas a la vez. Banalidades, siempre las mismas preguntas, siempre las mismas respuestas, pero está bueno conocer gente de otros lados. Con él también hablabas banalidades, of course, pero pasaban a ser más divertidas, diferentes, interesantes, quién sabe. Tenían ese gustito a adrenalina que nadie puede resistir. Dejabas de hablar para dejarlo dormir porque hey, la diferencia de horarios. Y al otro dia te levantabas con la pregunta de si todavía estabas durmiendo. Un día decidieron que hablar, realmente hablar, no hablar escribiendo, podía llegar a resultar, entonces sí, dale. A ambos les retumbaba el corazón en la garganta y no entendían por qué, pero después de admitir lo raro y excitante que era hablar con alguien del otro lado del mundo, se les pasó. Y hablaron hasta que el sol se hundió de este l

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  Y ahí estaba ella, encorvada, arrastrando las rodillas, el cabello acariciando el piso, con todas sus pasiones recogidas y bien atadas.   Sobre su espalda inundada de lunares se sentaba una pequeña joroba que de vez en cuando le soltaba una patada o dos, que se balanceaba colgada de sus hombros puntiagudos, que se arrastraba y rasguñaba en su camino hacia la cima subiendo, haciendo alpinismo aferrándose a todas y cada una de las vértebras sobresalientes de esa columna empinada que dibujaba curvas y contracurvas de norte a sur.   No era grande, no era tan grande, no aún, mas le pesaba como si llevara encima en mundo entero, como si ella fuese la alfombra de todos esos elefantes que extrañaban sus colmillos de marfil, el cochecito de todos los niños perdidos que no sabían volar, la grúa de miles de cargamentos varados, y pesaba como todos los embarazos perdidos en ese universo, como las mochilas cargadas del primer día de clases, como un par de zapatos bien puestos a mitad d