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A las 5

Creo que lo que primero me gustó fueron las manchas en su camisa, su camisa blanca, su camisa blanca atravesada por el sol de las cinco, el sol acariciando su espalda tostada que aparecía ante a mí a trasluz, un trasluz que susurraba intimidad y la sensación de estarlo tocando con las puntitas de mis propios dedos.
Y después le vi los ojos, que eran verdes y vagaban inquietos, llenos de sol. Hasta que se cruzaron con los míos y lo sentí mirarme y desnudarme el alma, que se sacudió allá adentro.
Y despues lo vi sonreírle al río enorme que nos corría colorado y acelerado por abajo.
Y me enamoré.

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