A veces me pregunto, hasta me duermo en
la cuestión de qué dirías si me vieras ahora, así de grande como estoy.
Qué tan orgulloso estarías de mí, de tu nena más grande, que es feliz entre mucha gente, que va a la universidad, que maduró muchísimo pero todavía guarda a flor de piel su niña interna.
A
veces quisiera tener la oportunidad de verte mirándome, de escucharte
más allá de las grabaciones viejas y en cinta magnética que me dejan la
piel de gallina, de sentirte tan calentito como en esos quintos sueños
de los que una despierta con ganas de llorar.
La
imaginación no siempre alcanza, pensar que estás cerca nunca termina de
llenar, pero, por lo demás, sé que estás ahí cada vez que llego sana y
salva a casa, en todas las veces que agarro justito el colectivo, en
todos los exámenes aprobados, y eso va más allá de las fotos que tapizan
una puerta y de las veces que me duermo pensando en que yo tengo un
ángel aparte.
Lo pienso y lo ruego y lo voy a repetir siempre. Hace diez larguísimos años que nos llevas a todas de la mano, no nos sueltes.
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