Estábamos sentados en el suelo de baldosas rojas de la cocina de tu departamentito. Estuvimos ahí toda la tarde, agotando los temas sobre los que hablar, opinar y discutir hasta ponernos rojos y terminar riendo, porque ninguno de los dos podía verse bien con los ojos brillantes, las mejillas coloradas, los cabellos revueltos y la boca abierta a más no poder. Bueno, quizás yo no me viera bien, pero vos... Ya era de noche, o por lo menos eso parecía, a seis pisos de altura sobre el suelo y las cabezas inocentes que caminaban calle abajo. El pasillo entre la mesada y la pared que limitada la cocina dejaba tus jeans rozando mis zapatillas, tu espalda encorvada contra el anaranjado de la pared y tu carita viendo fijo hacia la mía. Una sola vez me quedé callado, sin saber qué decir, viendo la luz incidir con timidez sobre tus cabellos, tus pecas, tus hombros pálidos y tersos, y para sacarme de ese sopor me sonreíste. Desde ese momento empecé a callar más seguido sólo para verte sonreírme as...