Ir al contenido principal

A la mitad del principio

Cuando una va en un colectivo al que le apagan las luces bajo el refusilar de la lluvia, generalmente en el asiento de al lado hay alguien que no tiene ganas de hablar, y ese lado de la ventanilla es más cómodo para perderse en una contemplación que no mira sino modelos de vestidos fuera de temporada, poesías releídas una y otra vez y tu carita perdiéndose en ese cuello al que le gusta refugiarte.
Entonces una piensa en conversaciones pasadas, en sucesos a la luz amarillenta de la cocina, y se acuerda de ese arrebato de duda. Vergüenza debería darle por no poder responder como ahora, que se hunde en ese parloteo imaginario donde dice que sí, que más de una vez estuvo segura de que, de la mano, iban a llegar lejos, lejos, tan lejos como se hunden en el agua espesa las luces de la ciudad triste que aparece de a poco bajo la curva del puente y del otro lado del río.
Y en eso llega a divagar sobre la idea de que no quiere apresurarse, pero que aún así le gustaría confirmar esa certeza de que sos el hombre de su vida, de que no puede verse encontrando algún otro alguien así para llenar el hueco que vos tenés en ella.
¿Sabés? Llegaste a encontrarle la vuelta a sus rizos, escarbaste en su piel e hiciste relucir a la luz del fuego de tus ojos los puntitos ciegos que la encienden de a poquito. Te metiste bajo sus cosquillas y te quedaste ahí, con una mano entibiando su corazón y la otra insistiendo en cuánto te gusta su cintura. Y así se reclama tuya en cuerpo y alma, trepada en su castillo de merengue rosa y detalles de nena que le quedan chicos.
Después de todo, una termina admitiendo que podés llegar a reconocer a tientas y en la oscuridad que le da miedo cada una de las vueltas de su cuerpo, y que a oídos sordos podés responder a tinta por ella cualquier cuestionario ya hecho a lápiz.
Y sus pensamientos vuelven al principio cuando las luces se encienden de nuevo.
Sí, los imagina llegando lejos, de acá a un par de años, más quizás, sin atreverse a dar números ni identidades, sabiendo que, aunque pareciera que hace varias eternidades se conocen y reconocen, apenas están a la mitad del principio.

Antes de bajarse, una deja un pie en el aire, cierra los ojos, y siente el cerrarse del molde en que fue envasada. Caminando a vos, tararea y susurra que son el uno para el otro, el uno por el otro, el uno del otro.

Comentarios

tu amorsote ha dicho que…
Siempre me encanta lo que escribis, una de las razones por las que te amo es esa misma que me hace reconocer que de vos puedo aprender tanto...
Tenemos mucho que aprender el uno del otro, pero yo tengo tiempo y todas mis ganas para darme a conocer y para conocer todos y cada uno de tus inexplorados rincones, esos que a la tenue luz del poco tiempo transcurrido todavia no se dejan apreciar; que estan ahí para aterrarme, para matarme de amor o las dos cosas ¿por qué no?
No estamos ni a la mitad del principio, pero el precipicio de la incertidumbre que el futuro representa me parece más que tentador si puedo caer junto con vos, pegado a tu cuello y atado a tu cintura...

Entradas populares de este blog

at home

I close my eyes tightly and wish she's ok. Maybe the wind will tell her that I'm thinking of her and that I want her to be happy. Tell her too that I'm writing about her. Because of her, of course.

Chit-chat

Se te cruzó, pasó justo por adelante tuyo. Bueno, "adelante" porque siempre tenemos la pantalla del teléfono frente a la cara. Habías estado hablando con un puñado de personas a la vez. Banalidades, siempre las mismas preguntas, siempre las mismas respuestas, pero está bueno conocer gente de otros lados. Con él también hablabas banalidades, of course, pero pasaban a ser más divertidas, diferentes, interesantes, quién sabe. Tenían ese gustito a adrenalina que nadie puede resistir. Dejabas de hablar para dejarlo dormir porque hey, la diferencia de horarios. Y al otro dia te levantabas con la pregunta de si todavía estabas durmiendo. Un día decidieron que hablar, realmente hablar, no hablar escribiendo, podía llegar a resultar, entonces sí, dale. A ambos les retumbaba el corazón en la garganta y no entendían por qué, pero después de admitir lo raro y excitante que era hablar con alguien del otro lado del mundo, se les pasó. Y hablaron hasta que el sol se hundió de este l...

Lagartijas y sus colas

Máscaras sueltas y carnavales. Paisanos y techos de otro pueblo. Momentos sin relaciones. Qué arriba y qué abajo. Primero, segundo y tercer momento. Propuestas, grumos. «Perfecto, le creo». Batir. Trabajar. Constante. ¿Cómo llegamos? Olvidándonos de todo. (Ninguna de estas palabras me pertenece, sino a un profe de la facu, a una tardenoche de no dejarnos ir, a una clase de insistencia y analogías metafóricamente morfológicas. Yo solo las anoté mientras se le caían de la boca. Esto, señores, es una clase de morfología. Esto, es una partecita de estudiar arquitectura.)