Ir al contenido principal

Mi espalda desnuda

Sobre mi cadáver, que de exquisito se derrite entre tus dedos. Corriendo río abajo por lo pedregoso de un camino calficicado y puntiagudo. Rizos de sol naciente dejan que su manto blanco caiga y se derrame sobre las sábanas; un par de médanos tersos, tiernos, esponjosos le dan su debido fin.
Detrás del par de montes que como un espejo reflejan una simetría perfecta se esconden el sol y la luna, que brillan con el mismo fulgor de la arena de la playa.
Una rampa por la que caen en un desliz tibio, inconscientes, las motitas de lluvia, las gotitas de chocolate, los besos incansables e irrepetibles, los escalofríos que generan las manos ajenas.
Y suben, y bajan, y escarban. Y ante las palmas hirvientes se moldea en frío una figura que tienta a abrazar, mientras entre los huesos que se doblan y desdoblan suena una melodía que huele al tintineo de las llaves de casa.
Es una imagen muda, que vale más de mil palabras que nunca se dicen, porque con los ojos se queman, porque los ojos queman, al igual que el sol que entra por la ventana y la ilumina de lleno estando ahí, acariciada por las sábanas, sumida en el más bendito éxtasis, en esa profunda pasión de un cuerpo que destila sensualidad y sosiego puro, plácido.
Y se estremece cuando, uno a uno, dedos ajenos se sumergen en el surco que la atraviesa de norte a sur, nace y muere en un caudal de placer que se evapora y flota en el aire a su alrededor.
De comienzo a fin mi espalda desnuda es tu perdición, la arena de ese desierto donde muere tu lengua sedienta, donde tus manos escarban sin llegar nunca al otro lado, ahí donde tus ojos se resecan sin cansarse de ver jamás. Tus huellas se vuelven imborrables, y los suspiros que agitan los vientos son el oasis donde descansa tu imaginación.
De ahora en más, como nunca y hasta siempre, qué más vas a querer que perderte y no volver a encontrarte, sumergirte sin esperar no ahogarte en mi espalda desnuda.


El éxtasis de mi imaginación corriendo por ahí donde no yo, sino vos podés ver~

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Feliz cumpleaños! aunque ya fue :_ espero que la hayas pasado re lindo :) en fin, me encanta tu blog, me encanta como escribis

Entradas populares de este blog

at home

I close my eyes tightly and wish she's ok. Maybe the wind will tell her that I'm thinking of her and that I want her to be happy. Tell her too that I'm writing about her. Because of her, of course.

Escuchaba

  Estaba ahí, inmóvil. Había pasado, como sin querer, arrastrándose del fulgor a las sombras mientras apagaba una a una las luces que encendían la casa para ella. Iba por los pasillos, los pies descalzos, fríos, el camisón casi transparente flotando al rededor de sus piernas pálidas, las páginas amarillas de su libro favorito apretadas con firmeza contra su pecho, la compañía perfecta para echarse a dormir sola. Hasta que los cuchicheos, las risitas ahogadas y los susurros en orejas ajenas llegaron hasta ella, hasta el centro de su cabecita soñadora adormilada, casi ausente, y no pudo evitar más que quedarse ahí, inmóvil. Las luces ciegas a su alrededor, la penumbra reptando por entre los deditos de sus pies, acariciándole las piernas, tironeando del camisón. Sus manitos temblando apenas, sudando, el libro que sujetaban resbalando de a poquito. Por un momento, como si supieran que estaba ahí, todo se volvió silencio aplastante, vacío inalcanzable, quietud, y ella mordió...

Chit-chat

Se te cruzó, pasó justo por adelante tuyo. Bueno, "adelante" porque siempre tenemos la pantalla del teléfono frente a la cara. Habías estado hablando con un puñado de personas a la vez. Banalidades, siempre las mismas preguntas, siempre las mismas respuestas, pero está bueno conocer gente de otros lados. Con él también hablabas banalidades, of course, pero pasaban a ser más divertidas, diferentes, interesantes, quién sabe. Tenían ese gustito a adrenalina que nadie puede resistir. Dejabas de hablar para dejarlo dormir porque hey, la diferencia de horarios. Y al otro dia te levantabas con la pregunta de si todavía estabas durmiendo. Un día decidieron que hablar, realmente hablar, no hablar escribiendo, podía llegar a resultar, entonces sí, dale. A ambos les retumbaba el corazón en la garganta y no entendían por qué, pero después de admitir lo raro y excitante que era hablar con alguien del otro lado del mundo, se les pasó. Y hablaron hasta que el sol se hundió de este l...